jueves, 24 de julio de 2008

De cómo abrir espacios y prevenir jarrazos

A propósito del irrespetuoso jarro de agua lanzado en contra de nuestra Ministra de Educación hace algunos días, surgen algunas distinciones que tal vez pudieran haber prevenido la ocurrencia de tan lamentable suceso y que ahora, al menos, nos sirven para rescatar del descrédito, en el que pudieran haber caído, los diálogos ciudadanos como una herramienta válida para el futuro de nuestra gestión pública.

Es cierto, resulta muy importante y valioso para nuestra democracia, abrir el espacio cada vez que exista un problema complejo, conflictivo y urgente, y cuya solución dependa de la participación y el compromiso de todos. Factor clave para su éxito será asegurarse que allí exista la más amplia libertad y responsabilidad para expresarse y participar de todos y cada uno de los implicados. Para ello se deberá resguardar el cumplimiento de algunos aspectos que actúan como condiciones necesarias y suficientes, y solo así pueda levantarse un proceso auto organizado de inspiración, creatividad y acción eficaz conjunta.

Evalúe usted mismo si las siguientes cinco condiciones que se describen más abajo, estuvieron o no presentes en el encuentro con la Ministra, y reflexionemos luego en conjunto, respecto a los principales aprendizajes que podemos obtener de tan impactante y dolorosa experiencia. Tal vez todo esto podríamos denominarlo como la instalación de una competencia colectiva que nos sirva para abrir el espacio frente a temas de relevancia ciudadana.


Lo primero es crear una invitación atractiva y contingente para responder a una gran pregunta en la que participen todos. Dar con la pregunta correcta a menudo puede no ser fácil, puesto que en dicho proceso los anfitriones deben chequear que tan abiertos están para escuchar realmente las opiniones de los otros. Invitar a participar no es un juego, sino entregarle a la gente la posibilidad genuina de discutir, dialogar, reflexionar y por sobre todo influir en la toma decisión final respecto del asunto o tema central que los convoca. Pierde encanto cuándo el plato ya está servido y sólo queremos hacer que la gente hable sobre lo dado, con un rayado de cancha que no podrá ser cambiado. Puede que igual sirva, pero es de un tono emocional y experiencial mucho menos apasionante e intenso que genera menos compromiso.

Lo segundo es contar con el lugar adecuado que permita disponer a todo el grupo en un sólo círculo. O dos y tres círculos concéntricos si fuese necesario. Evitando a toda costa una disposición tipo conferencia con la autoridad o los participantes hablando sobre un estrado o escenario. Esa figura es el arquetipo de un modelo jerárquico y autoritario basado en el control. Por el contrario, el círculo es la geometría perfecta para la comunicación humana, donde todos estamos en igualdad de condiciones, enfocados hacia un mismo centro. Quien hace la invitación y abre el espacio camina hacia el centro del círculo y gira desplazándose a su alrededor mientras habla, sus palabras son breves y precisas, saliendo prontamente hacia la periferia para dejar al grupo como el único dueño del espacio y del tiempo. Ese ritual es el testimonio físico ambiental de que el espacio efectivamente está abierto, y es la más potente clave no verbal de la sinceridad, integridad y coherencia de la invitación cursada. Habla y transmite mucho más que mil palabras y está presente desde el mismo comienzo. El momento del espacio abierto no es el tiempo para discursos, presentaciones o exposiciones, que pudiendo ser muy importantes, debieran ser hechas antes o después del tiempo destinado a la participación y el encuentro.

En tercer lugar permita que sean los propios participantes quienes construyan la agenda, levantando todos los temas que según el criterio de todos y cada uno, ofrezcan una respuesta adecuada a la pregunta que los reúne. Para esto se requieren en el centro algunos plumones, papel engomado y hojas del tamaño de un cuarto de papelógrafo. El procedimiento es muy simple, quien quiera puede pasar al centro y en una hoja individual escribe el nombre del tema y su nombre, le pone papel engomado, lo lee y va y lo pega en el gran muro despejado que se encuentra a unos tres metros del círculo. Cada persona es libre de proponer cuantos temas considere pertinentes y el mismo grupo declarará satisfacción con la construcción de la agenda. La responsabilidad se verá reflejada desde un principio, puesto que quienes levantan los temas, deberán cumplir con dos requisitos. El primero consiste en llevar adelante la conversación con las personas que en él posteriormente se inscriban, para ello no se requiere ser experto en el tema, sino tan sólo tener un real interés de querer abordarlo, aprender de él y moderar los planteamientos de los distintos integrantes del grupo que así espontáneamente se habrá generado. El segundo requisito es que concluida la sesión de trabajo, estas personas se encargarán de digitar en la central informática desplegada en un costado del salón principal o de plenarios, las principales conclusiones y sugerencias a las que se ha arribado y que previamente se encargó de anotar en la hoja de papelógrafo dispuesta en el sitio o pequeña sala donde funcionó su grupo. Dicho documento, será finalmente impreso y publicado en el panel de reportes y novedades, montado especialmente en otro extremo del salón principal, donde junto a los reportes de los otros grupos, todos los participantes del evento podrán leer al menos antes de iniciar el cierre final del taller. De este modo, independientemente de haber participado o no de todas las reuniones, cada uno de los asistentes podrá conocer las conclusiones y sugerencias de cada uno de los temas levantados frente a la pregunta o tema central que convocó el evento.

En cuarto lugar permita que frente al gran muro donde cada tema fue “pegado”, se genere una “plaza de mercado”, donde todos puedan negociar su “agendamiento” definitivo, asignándoseles un tiempo y un lugar específicos para ser tratados. Aquí no se preocupe por el pequeño caos que pudiera producirse y deje en manos del grupo la responsabilidad para ponerse de acuerdo en una agenda que les haga sentido. Puede que se presenten algunos conflictos, puesto que los horarios no concordarán con los intereses de todos y si no logran influir para cambiarlos, al igual que en la vida, tendrán que elegir entre una o más opciones. También es posible que decidan fusionar algunos temas ya que apuntan a tópicos comunes, permita que eso ocurra de acuerdo al criterio de quienes primero levantaron dichos contenidos. Poco a poco el orden y la armonía irán emergiendo, resultando evidente por sí solo que la agenda ha sido construida y consensuada por todos. Verifique una vez más que esto así haya ocurrido y asegúrese que ningún tema se les haya quedado en el tintero. Dicho en primera persona, aquí es bueno recordar a cada uno de los participantes que “hacia el final de esta reunión el único responsable de que algún tema no haya sido tratado es usted mismo”. Otorgue siempre un tiempo adicional si este paso no hubiera sido completado, desde la partida hasta este mismo momento, en general no transcurre más de una hora y media. Muchas veces es menos.

En quinto lugar permita que durante el evento impere la “ley de los dos pies”. Esta es la ley de la movilidad y hace evidente como la libertad y la responsabilidad conducen el desarrollo de todo el encuentro. Significa que si bien cada uno al principio se ha inscrito en todos aquellos temas que le interesa participar, esto será solo una referencia, puesto que siempre cada individuo será quien decida minuto a minuto donde asistir y como intervenir. Si al estar en un grupo-tema en el que previamente se había inscrito, de pronto la persona siente que ya no tiene nada más que aprender o aportar, la ley le pide que honesta, deferente y sigilosamente se ponga de pie para trasladarse a algún otro lugar o grupo donde crea que si pueda hacerlo con interés. El imperio de la ley de los dos pies posibilita así tres formas básicas y válidas de participar. La primera más tradicional, implica que usted asistirá de principio a fin a cada una de las reuniones en las que se había inscrito. Bienvenida esa forma de participación, otorga consistencia y rigurosidad. La segunda, más adecuada para los más inquietos, implica que la persona se traslada de reunión en reunión, participando en varios o en todos aquellos temas o grupos que funcionan simultáneamente. Así como las abejas, esta forma de participación muchas veces “poliniza” la creatividad y el trabajo de los distintos pequeños grupos, al aportar nuevas energías e ideas. Y por último, la tercera y tal vez la más soberana forma de participar, es aquella en la que la persona elige no estar en ninguna reunión, otorgándose un tiempo para la reflexión individual silenciosa, o simplemente conversando con algún otro participante mientras comparten un café en algún cómodo rincón del local. La experiencia nos señala que estas últimas conversaciones aparentemente marginales, muchas veces aportan más inspiración y claridad que otras más formales previamente agendadas. Por eso se invita a que éstas también puedan ser registradas y publicadas en el panel de reportes y novedades, al igual que todas las otras.

Estas cinco condiciones hacen surgir un proceso auto organizado de libertad y responsabilidad, basado en la escucha y en el respeto, que permite abrir el espacio para enfocar temas complejos, conflictivos y urgentes, que requieren de la participación de todos para arribar a un plan eficaz de cambio y desarrollo. Se conoce como Open Space Technology, modestamente, yo la he utilizado más de ochenta veces en veintiuna organizaciones o comunidades diferentes, la mayoría en co-faciltación con Jorge Amigo. En el mundo son 132 países que ya la conocen y más de 100.000 veces en los que se estima que se ha llevado a cabo. Créanme que nunca falla. Hay que estar preparados para sorprenderse positivamente. Cuéntenle por favor a nuestra querida y acongojada Ministra, que por aquí estamos deseosos de poder tener el honor de apoyarla. Ustedes también pueden hacerlo. Está será una importante competencia colectiva de nuestra futura democracia. Vamos que se puede. Arriba los corazones.

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